lunes, 1 de noviembre de 2010

Buen gusto


Vivo en una ciudad partida. Partida por una línea oblicua. En la parte que queda "por encima" de la línea el aire es más liviano, más despejado, los cielos más azules. En la parte que se ha quedado "por debajo" de esta línea NO imaginaria, y a medida que uno se acerca al nivel cero del mar, las miasmas portuarias impregnan el aire, el cielo es como panza de burra, la humedad se condensa en calles estrechas, la humanidad, antes murciana y ahora china o paquistaní, se condensa también en habitaciones sin cédula de habitabilidad. Dicen quienes dicen saber de estas cosas que por encima de esa línea todo -casas, vegetación, calles y personas- tiene el SIGNO del buen gusto, y que por debajo de la línea –con sus tres o cuatro kilómetros de medio pelo por medio- todo es (según la terminología de estos gurmets) ORDINARIO y de MAL GUSTO. Veamos. Los de arriba (de la línea) tienen preferencia por los colores de dudosa procedencia natural. Sus preferidos son el beige y el azul marino, con algunas atrevidas incursiones en los grises perla y los rosas palo. Son gentes de escaso pelaje y sus mujeres lucen delgadez delicada, mechas doradas y voces aterciopeladas. Ellas casi siempre llevan coleta baja cuando van de compras y melena suelta y lacia para las grandes ocasiones. Ellos se recortan el pelo a tijera en cuanto las puntas rozan el cuello de la camisa y se arreglan las manos hasta lograr ese bruñido que no llega a ser brillo y esa asombrosa uniformidad en el corte de la uña. Ellos y ellas cuidan con esmero sus cuerpos con ejercicios y ayunos, cremas y bisturíes. No huelen. Tras innumerables siglos de prácticas desconocidas por debajo de la línea, desterraron de sus cuerpos los sudores y otras emanaciones más bajas que tanto pueden afear la vida. No hablan, murmuran su analfabetismo en varios idiomas impecablemente pronunciados y sólo atraviesan la línea para la exploración colonial armados de protectores inalámbricos e inyecciones tranquilizantes de la marca farmacéutica visa oro –o platino, o expreso americano-. Luego regresan a sus casas orientadas a mediodía y les cuentan a los suyos lo mal que huele por allí abajo. Sus casas son refugios de paz y silencio. Odian el barroco y lo barroco (aunque no saben lo que es) y prefieren la línea recta a la curva, los colores descoloridos, los espacios llenos de vacíos. Jamás enseñan nada de su baja existencia, aunque parece ser que la tienen. Sus bragas y calzoncillos se ocultan en cajones que huelen a talco y nunca se exponen en tendederos. Les gustan las flores cortadas y ordenadas con simetría y las prefieren blancas o desvaídas dispuestas en vasos transparentes. Ellas no paren con dolor, sino que dan a luz niños misteriosamente rubios que nunca chillan ni juegan a la pelota ni molestan a las visitas. Cuando tienen que reprimir los bajos instintos que alguna vez (animalitos) aparecen en sus herederos, echan mano, con humor comprensivo y desenfado, de símiles que aluden a "los de abajo": "pareces una verdulera", cuando a la niña le ha salido la voz de pito, o "no seas hortera", si el chico quería comprarse unos pantalones rojos. Son muy aficionados a la cultura sin grasas saturadas. En materia de pintura, pasaron suavemente de las florecillas, bodegones y retratos familiares de sus abuelos a los paisajes atmosféricos y las fotografías nebulosas. Toda señal de expresión es para ellos un ataque personal y les provoca picazones e incomodidades de entrepierna. Sus gustos literarios se reducen a pocos temas selectos. Uno de sus preferidos es cómo llevan la cornamenta, o cómo la ponen, los habitantes de los alrededores de Central Park, o de Hyde Park, o de cualquier otro parque con nombre anglo, y sus problemas aledaños: mudanzas, reparto de chucherías y de psicólogo, elección de habitaciones de hoteles, etc. Otro de los grandes temas de buen gusto (en cine, música o libros) es cómo follar con elegancia fuera de casa, o cómo volver a casa con elegancia después de follar, tanto da. Para ellos el campo es un paisaje y lo que ocurre en Somalia, en Gaza o en Guinea no es historia. Y cuando los aviones se estrellan contra las torres, cuando la no historia se estrella contra la historia, incrédulos, asombrados, buscan extraterrestres y sucesos paranormales, conspiraciones y amenazas bíblicas. Angelitos.

1 comentario:

  1. Para buen gusto el tuyo. Finísima ironía para exponer la desigualdad social, cultural, etc. Coses hilando de una manera espectacular y sabiendo donde no hay que meter tijeretazo.
    Leerte ha sido un placer
    Saludos

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