viernes, 27 de noviembre de 2015

Junts pel Sí: la cuestión de la legitimidad

José Luis Villacañas Berlanga

en El País, 26 de noviembre de 2015

En caso de que Junts pel Sí tuviera razón, la legalidad real de Cataluña ya sería la ignota del futuro. No la española, ni la del Estatut, que forma parte de ella, sino la que vendrá. Esa no la conoce nadie. Por tanto, en estos momentos, Cataluña carecería de ley. Solo tendría voluntad política. Cada paso que diera el Parlament sería una creatio ex nihilo. Eso significaría que los ciudadanos de Cataluña carecerían desde ahora de derechos ciertos. Todo dependería del fiat, del hágase. Ante esta situación, no basta defender la legalidad. Es preciso denunciar la ilegitimidad de poner a un pueblo entero ante esa situación.
Si Junts pel Sí tuviera razón, el escenario de Cataluña podría ser este: una parte de la población obedecería los mandatos del Parlament, mientras otra obedecería al Estado. Pero si esto sucediese, ¿quién dirimiría? ¿Quién tendría entonces el “monopolio de la violencia legítima”? ¿O sería Cataluña un territorio con dos Estados? ¿Dejaría Cataluña que unos ciudadanos ingresasen sus impuestos a la delegación estatal de Hacienda y otros a la propia de la Generalitat? ¿Y cómo impediría una cosa e impondría la otra?
Los hombres de Junts pel Sí denuncian a España como un Estado sin calidad democrática. Pero debemos preguntarnos qué calidad democrática se puede seguir de un escenario como el que ellos han dibujado. Y ahí se abre la cuestión de si los pasos que están dando son legítimos. Esto es importante porque Junts pel Sí reclama tener de su parte la legitimidad. La legalidad la dejan para España. Sus proclamas son ilegales, pero legítimas. Las apelaciones al Tribunal Constitucional (TC) serían legales, pero ilegítimas.


Sus argumentos son erróneos. No solo porque en la concepción política de Occidente la legitimidad califica exclusivamente a ordenamientos legales, sino también porque su posición política no es legítima.
Primero, Junts pel Sí presenta su caso como si fuera desobediencia civil. Un desobediente civil mejora la calidad democrática de un país porque lucha por lo justo. Identifica algo injusto, arrostra la pena legal debida y espera que, con su ejemplo, la opinión pública apoye sus puntos de vista para cambiar la ley de forma legal. El argumento no funciona en el caso catalán. Junts pel Sí olvida que la desobediencia civil aspira a cambiar una ley concreta injusta y a producir un nuevo derecho concreto. Si triunfa, amplía los derechos de los singulares respecto de un código en vigor. Cambiar unilateralmente un Estatuto completo es otra cosa: deroga derechos generales y crea vacío jurídico.
Forcadell mantiene que su pronunciamiento es legítimo porque lo exige su electorado. El equívoco ahora concierne a la cuestión de la democracia. Pero si se analiza bien, vemos que la actuación de Junts pel Sí no es democrática en el sentido normativo de esta palabra. Lo es en el sentido de Carl Schmitt: populista, plebiscitario y homogeneizador. Pero la legitimidad es la condición que tienen las leyes democráticas justas. La declaración unilateral de independencia no puede ser legítima porque no viene avalada por una lógica democrática profunda.
En efecto, que una mayoría de ciudadanos exija algo, no confiere a su exigencia un marchamo de legitimidad per se. Y esto por tres razones: primera, porque la mayoría puede exigir que se desprotejan los derechos de la minoría, protección que es la clave de la democracia en sentido normativo. Eso se consumará si los parlamentarios del Junts pel Sí ejecutan la independencia. En efecto, ¿concederá el Parlament a la minoría actual la protección íntegra de sus derechos? No puede hacerlo sin reconocer la Constitución española. Además, la declaración unilateral implicará eo ipso la suspensión de derechos de la totalidad de la población catalana. Nadie sabrá cuál es el futuro de su derecho efectivo a cobrar pensiones, a financiar la educación, la sanidad o las infraestructuras, a protegerse del yihadismo o del crimen. Nadie sabrá si el futuro pasaporte catalán será reconocido para viajar con él. Nadie en suma tendrá un derecho cierto, salvo que volvamos a la caótica suposición de que Cataluña sea un territorio con dos Estados.
Pero hay un argumento más. La declaración unilateral de independencia no es legítima ni democrática porque no respetará la justicia política. Para que una medida legal sea justa desde el punto de vista político, ha de mantener intacta la probabilidad de la victoria electoral de la oposición. Si se usa la prima de poder para impedir que la oposición gobierne algún día, entonces una norma es políticamente injusta e ilegítima, aunque sea legal. Y ello porque condena de forma irreversible a una oposición en minoría a ser una eterna sometida (en este sentido específico nadie puede decir que el actual Estatut sea injusto). Ahora bien, si Junts pel Sí dijese que la actual oposición, según su normativa futura, podrá acceder al poder de la Generalitat, entonces estaría diciendo que no va a fundar un Estado. Pues si un día ganase la oposición, hoy minoritaria (y debería poder hacerlo), entonces Cataluña se reintegraría en España (igual que ahora saldría de ella). Así, el formar o no parte del Estado se haría depender de una votación parlamentaria simple, algo que contradice la noción misma de Estado.
En resumen, cuando se dice que la mayoría del Parlament impone un acto legítimo, se está afirmando que la legitimidad es un adjetivo de la voluntad política, no de la legalidad. Al no reposar en legalidad previa alguna, sería un acto místico. Ahora bien, esta voluntad mística no demuestra ser legítima, porque anula derechos generales y no crea ninguno cierto, desprotege a la minoría y compromete la justicia política.
No hay aquí choque de legalidad frente a legitimidad. Hoy por hoy, la posición de Junts pel Sí no es legítima. Y eso significa que la situación es sintomática, engañosa y sin salida. Los catalanes no tienen por qué encaminarse a una escalada de tensión que espera de España una medida de autoridad para neutralizar la construcción autoritaria del Estado catalán. Eso se parece mucho a un nihilismo desalentador que no sirve a nadie, ni a Cataluña ni a España. Junts pel Sí puede defender sus aspiraciones con toda radicalidad, incluida la independencia. Pero debe hacerlo desde una lógica más seria del juego de legalidad y legitimidad, de la democracia y de la política y, sobre todo, de la justicia. Pueden creer que los conceptos claros son propios de una voluntad débil. Pero deben saber que los observadores imparciales de fuera y los demócratas españoles no tenemos otra herramienta de juicio. Y con esos conceptos fundamentales de Occidente en la mano, los de legalidad, legitimidad, democracia y justicia, Junts pel Sí se encamina a una situación en la que no puede reclamar el apoyo franco de nadie, aunque simpatice con la causa histórica de Cataluña.





domingo, 24 de marzo de 2013

JOSÉ MARÍA MORENO GALVÁN 

en TRIUNFO

EL DISEÑO y la CHAPUZA


Hay mucha distancia entre un artista y un diseñador, aun cuando sus tareas parezcan complementarias. Sí, porque son muy distantes también sus objetivos. El artista pretende dar un testimonio del mundo; el diseñador pretende hacer un proyecto válido para el mundo. Vale la pena decir que aquí, en España, tenemos que intensificar la tarea del diseño. Estamos en una etapa caracterizada por el fenómeno de que la producción es mucho más rápida que la creación. Si abandonamos definitivamente esta última, caeremos en una especie de barbarie pragmática de la que nos será muy difícil liberarnos. O diseñamos cuidadosamente los objetos que producimos o nos convertiremos, sencillamente, en animales de consumo, con todas sus consecuencias. Ahora bien, el diseño debería llegar a todo. No basta diseñar objetos. Hay que diseñar las líneas directrices del diseño. Hay que diseñar objetos pero también la publicidad que promociona los objetos. Incluso hay que diseñar una moral de la persuasión. Ahora, por ejemplo, vivimos en la época de los detergentes. La familia de “los bios” acabará matando este país: las polienzimas biológicas del Biogazpacho, en su acción ciclamática contra las partículas de la suciedad perifóllica… etcétera. Y luego viene un señor que hace seriamente su colada en las nieves polares para demostrar cómo quedan de limpias las enaguas de su abuela, etcétera.


TRIUNFO, 395, XXIV.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Hace tres días que empezó... 
el otoño del 12

 


Miércoles, 26 de septiembre del 12. Hace no más de un par de horas era 25-S. Este año, al que por suerte sólo le quedan tres meses para morir, ha sido muy pródigo en fechas señaladas con ese maldito guión que marca los días antes esperanzados pero hoy ya claramente brutales de nuestros desencuentros con los que dicen que nos gobiernan. Qué raro es eso de gobernar. Seguro que yo lo haría fatal porque siempre pido las cosas por favor, les doy las gracias a los camareros cuando me sirven la cerveza y los buenos días a los conductores de autobús. 
Una vez, hace pocos años, tuve que explicarle a mi querido amigo Mirko Visentin, joven veneciano y bella persona, cómo me parecía que debían ser las relaciones con los servidores (públicos o privados) que nos hacen la vida más fácil: saludarles, decirles con la mirada que aprecias su trabajo y sonreírles porque estás ante profesionales que velan por tu bienestar. Él, que llegaba de la muy civilizada Europa, estaba asombrado, y emocionado, al observar semejantes costumbres. Estoy segura de que las sigue practicando, porque son adictivas. La tarde del día que ya ha pasado he sentido una inquietante sensación, la de que el cuerpo de servidores públicos que según dicen se encarga de mi seguridad personal y de la de mi familia nos ha apaleado, ha escupido sobre nuestros pobres restos, nos han insultado, y luego ha tendido la mano para que les diéramos la soldada. Señores, quedan ustedes despedidos. 

miércoles, 27 de junio de 2012

domingo, 11 de diciembre de 2011

Manifiesto que...

Para un editor, o por lo menos para esta editora, hablar de los libros que publica en los términos laudatorios corrientes (maravilloso, imprescindible, magnífico, bellísimo, importante, etc.) resulta sonrojante. Y ridículo, porque claro, si un libro no me hubiera parecido bueno, ¿me habría jugado los 2.000 o 3.000 papeles que cuesta imprimirlo, más los otros tantos del trabajo previo de edición? Todos los libros que publicamos en Barataria, la editorial que dirijo, me parecen merecedores de ese esfuerzo y de ese riesgo económico por una u otra razón. Algunos porque me han conmocionado, otros porque me enseñaron lo que no sabía o me recordaron lo que sabía pero no recordaba, e incluso alguno porque me pareció necesario aunque no estuviera de acuerdo con él. Y todos ellos, lo pretendieran o no sus autores, tienen un fondo político, una ideología. Me interesa hablar de esos libros que se declaran políticos desde su creación, de los "manifiestos", y me interesa sobre todo responder a algunas bobadas que veo escritas en periódicos, blogs y comentarios de todo tipo que acusan de oportunismo a las editoriales que publicamos textos breves alegatorios, panfletarios, que hacen proclamas o se manifiestan sobre la situación económica y política. Se oye bastante esa solemne tontería de que los editores no "deben meterse en política". Bueno... parece mentira que a estas alturas haya que explicar que quien dice no meterse en política y predica con ese pésimo ejemplo está metido hasta las cejas en la política del laissez faire (wikipedia.org/wiki/Laissez_faire) que tan "estupendos" resultados nos ha traído. ¿Deberíamos publicar quizá sus hagiografías? ¿O nuestro reconocimiento por sus impagables servicios? Gran idea: gracias, muchas gracias a todos los apolíticos, indiferentes y meapilas políticos de las generaciones posfranquistas por dejarles a nuestros hijos un futuro tan brillante. Gracias, europeos de pacotilla, por haber hecho del dinero, esa entelequia de papelillos que ya no podrá en años representar al honrado trabajo, a la honrada producción del esfuerzo humano, el eje central de nuestras vidas devaluadas. ¿Qué diría de nosotros Aristóteles, el padre de la Política, si viera que lo tratamos a él y a sus descendientes peor que a carteristas cuando no hay dinero en todo Occidente para pagar sus derechos de autor? Quédense, señores aficionados a la edición sexoangelical, cronistas de la chispa de la vida y todos sus acólitos, militantes de la nada, con su pastel, y repartan entre ustedes esos papelillos que tanto los excitan, quédense en buena hora con el glamur, ese maquillaje pastoso con el que intentan ocultar su codicia. Ustedes sí que saben cómo aprovechar las oportunidades del mercado. Pero sobre todo olvídense de todos los que no queremos ser como ustedes. Porque no lo somos. Barataria seguirá publicando mientras pueda libros tan oportunos como Alegato contra la pureza de José Luis Ortiz Nuevo o el más reciente Manifiesto de derechos humanos de Julie Wark porque nos parecen necesarios y, en última instancia, si ustedes insisten, porque nos da la gana. Faltaría.

jueves, 17 de febrero de 2011

Claves

Siempre olvido esas claves que aparecen en los blogs como etiquetas de entrada. Las olvido no porque me parezcan olvidables sino porque al acabar el texto espero haberlo acabado todo. Chiuso e finito. Error. He comprobado en estos últimos días que cuando tengo que hablar de un libro, mejor dicho, cuando tengo que hablar de muchos libros, las palabras claves me sirven más que esos resúmenes de los que nos valemos los editores para convencer a quien sea de la imprescindibilidad (palabra inexistente en el diccionario, y muy fea además, pero que ahora me va de maravilla) de ese contenido envuelto en ese continente, que hemos diseñado para que el texto y el autor se sientan como en su casa. Si no entienden lo que les digo, se lo intentaré explicar, y a ver si así... Si digo que El negro del Narcissus de Conrad es la historia de un largo viaje en barco en el que un personaje (el negro) introduce un elemento de discordia, la famosa cizaña de Astérix y Obélix, en un microuniverso regido por la disciplina, y que esa cizaña o discordia provoca el caos y el peligro, y más tarde las actitudes violentas y asesinas de la tripulación, podrán llegar a sus conclusiones. Esas conclusiones estarán determinadas por infinidad de "previos" a la lectura. Si usted es un lector escéptico, pensará enseguida en los cientos de "previos" que han provocado esa situación, buscará (y los encontrará) todos y finalmente llegará a la conclusión muy meditada de que los marineros del Narcissus son culpables porque todos tenían libre albedrío, pero también que son inocentes porque no sabían que podían ejercitar esa libertad. Y no es un mal argumento. Los bienpensantes que tanto abundan hoy supondrán que un negro al que todo el mundo llama "negro" no tenía más opción que la de presentarse como una víctima. Y también sus razones son válidas. Los más, digamos, reaccionarios, dirán que a ver por qué demonios el capitán tuvo que meter a un negro enfermo y rarito en el barco. Y, la verdad, no es una mala pregunta.
El hecho es que El negro del Narcissus puede plantear preguntas a casi todo el mundo que tenga ganas de pantearse algo. Creo haberlo demostrado. Y lo mejor es que las preguntas que plantea el libro esperan respuesta. La gracia de esas palabras claves es que dan una visión "pictórica" de una historia válida para cualquiera. Son pinceladas elegidas para "situarse" y "entender" un libro que, por desgracia, no hemos leído, y que sirven lo mismo para el excéptico, para el bienpensante y para el reaccionario. Vamos allá. El Negro del Narcissus: inmensidad, soledad, tiempo indeterminado, disciplina en cubierta, intimidad bajo cubierta, elementos desatados, culpabilidad, racismo, morbo, miedo, catástrofe, solidaridad, tierra bajo los pies, paz.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El diseño (o design)

Descripción y análisis de una delicada situación

1. Llevábamos más de dos meses en los bosques de Bialowieza estudiando los hábitos de los últimos ejemplares de bisonte europeo con el fin de elaborar un informe sobre “Los gestos atávicos. Genética del toro de lidia” que completaría el dossier que debía entregarse a la Unesco en un par de meses más. Objetivo: Los toros, patrimonio material de la Hu
manidad.
2. En la dacha (o cabaña) que era nuestro observatorio y hogar hacía un frío que helaba el moquillo, y que también heló las cañerías.
3. Se rompió el grifo del fregadero.
4. Nos quedaban poquísimos duros polacos (zloty).
5. Los cacharros sucios (y llenos de pegotes de grasa helada) se acumulaban en el fregadero.

Secuencia temporal para la resolución de un problema de platos sucios solucionado por un homo-mulier sapiens sapiens


1. Estudio económico de la cuestión. No teníamos bastantes zlotys para pagar a un fontanero.

2. Decidimos acercarnos hasta la ferretería de Bialowieza para estudiar la posibilidad de apañar nosotros un grifo.
3. Descubrimos que las medidas del grifo de la ferretería no coincidían con la distancia entre el caño del agua fría y el del agua caliente en nuestra dacha, lo que achacamos a la falta de homologación entre las medidas soviéticas de las cañerías y las capitalistas de los grifos.
4. Cundió el desaliento, pero decidimos tomarnos algo calentito en la cafetería de enfrente y analizar nuestras posibilidades.
5. En un arranque de genialidad, ella, tan mulier sapiens, me sugirió que a ella lo mismo le daba que el agua caliente se mezclara con la fría en el grifo mismo o por debajo del grifo, y yo pensé, tras realizar varios croquis, que la cosa era factible.
6. Volvimos a la ferretería y compramos dos grifos.
7. Volvimos con los dos grifos a la dacha y los instalamos procurando que el resultado final fuera un grifo y además una artística escultura.

Y así fue como descubrimos el diseño:



lunes, 1 de noviembre de 2010

Buen gusto


Vivo en una ciudad partida. Partida por una línea oblicua. En la parte que queda "por encima" de la línea el aire es más liviano, más despejado, los cielos más azules. En la parte que se ha quedado "por debajo" de esta línea NO imaginaria, y a medida que uno se acerca al nivel cero del mar, las miasmas portuarias impregnan el aire, el cielo es como panza de burra, la humedad se condensa en calles estrechas, la humanidad, antes murciana y ahora china o paquistaní, se condensa también en habitaciones sin cédula de habitabilidad. Dicen quienes dicen saber de estas cosas que por encima de esa línea todo -casas, vegetación, calles y personas- tiene el SIGNO del buen gusto, y que por debajo de la línea –con sus tres o cuatro kilómetros de medio pelo por medio- todo es (según la terminología de estos gurmets) ORDINARIO y de MAL GUSTO. Veamos. Los de arriba (de la línea) tienen preferencia por los colores de dudosa procedencia natural. Sus preferidos son el beige y el azul marino, con algunas atrevidas incursiones en los grises perla y los rosas palo. Son gentes de escaso pelaje y sus mujeres lucen delgadez delicada, mechas doradas y voces aterciopeladas. Ellas casi siempre llevan coleta baja cuando van de compras y melena suelta y lacia para las grandes ocasiones. Ellos se recortan el pelo a tijera en cuanto las puntas rozan el cuello de la camisa y se arreglan las manos hasta lograr ese bruñido que no llega a ser brillo y esa asombrosa uniformidad en el corte de la uña. Ellos y ellas cuidan con esmero sus cuerpos con ejercicios y ayunos, cremas y bisturíes. No huelen. Tras innumerables siglos de prácticas desconocidas por debajo de la línea, desterraron de sus cuerpos los sudores y otras emanaciones más bajas que tanto pueden afear la vida. No hablan, murmuran su analfabetismo en varios idiomas impecablemente pronunciados y sólo atraviesan la línea para la exploración colonial armados de protectores inalámbricos e inyecciones tranquilizantes de la marca farmacéutica visa oro –o platino, o expreso americano-. Luego regresan a sus casas orientadas a mediodía y les cuentan a los suyos lo mal que huele por allí abajo. Sus casas son refugios de paz y silencio. Odian el barroco y lo barroco (aunque no saben lo que es) y prefieren la línea recta a la curva, los colores descoloridos, los espacios llenos de vacíos. Jamás enseñan nada de su baja existencia, aunque parece ser que la tienen. Sus bragas y calzoncillos se ocultan en cajones que huelen a talco y nunca se exponen en tendederos. Les gustan las flores cortadas y ordenadas con simetría y las prefieren blancas o desvaídas dispuestas en vasos transparentes. Ellas no paren con dolor, sino que dan a luz niños misteriosamente rubios que nunca chillan ni juegan a la pelota ni molestan a las visitas. Cuando tienen que reprimir los bajos instintos que alguna vez (animalitos) aparecen en sus herederos, echan mano, con humor comprensivo y desenfado, de símiles que aluden a "los de abajo": "pareces una verdulera", cuando a la niña le ha salido la voz de pito, o "no seas hortera", si el chico quería comprarse unos pantalones rojos. Son muy aficionados a la cultura sin grasas saturadas. En materia de pintura, pasaron suavemente de las florecillas, bodegones y retratos familiares de sus abuelos a los paisajes atmosféricos y las fotografías nebulosas. Toda señal de expresión es para ellos un ataque personal y les provoca picazones e incomodidades de entrepierna. Sus gustos literarios se reducen a pocos temas selectos. Uno de sus preferidos es cómo llevan la cornamenta, o cómo la ponen, los habitantes de los alrededores de Central Park, o de Hyde Park, o de cualquier otro parque con nombre anglo, y sus problemas aledaños: mudanzas, reparto de chucherías y de psicólogo, elección de habitaciones de hoteles, etc. Otro de los grandes temas de buen gusto (en cine, música o libros) es cómo follar con elegancia fuera de casa, o cómo volver a casa con elegancia después de follar, tanto da. Para ellos el campo es un paisaje y lo que ocurre en Somalia, en Gaza o en Guinea no es historia. Y cuando los aviones se estrellan contra las torres, cuando la no historia se estrella contra la historia, incrédulos, asombrados, buscan extraterrestres y sucesos paranormales, conspiraciones y amenazas bíblicas. Angelitos.

viernes, 15 de octubre de 2010

Todos hienas

Entre los nuevos partidarios del centralismo democrático, que son otra vez legión, corre una nueva consigna: hay que reír. Parece que la contracción espasmódica de los músculos faciales tiene efectos saludables sobre la producción de endorfinas humanas y sociales. De la observación más superficial saco yo en cambio nefastas conclusiones: los pueblos que se ríen mucho pasan hambre, excepto, claro, cuando están ya a punto para el hoyo. Frontera jodida que va de la risa al pasmo más inexpresivo. Mira que hay consignas estúpidas. No es que tenga nada contra la risa cuando viene al caso, pero no creo que convenga forzar tanto a la naturaleza. Si nos atropella, pongamos por caso, un coche en la vía pública, lo conveniente es lo que nos pide el cuerpo: pegar un grito inhumano, bien para advertir al atropellador de que estamos ahí, bien para que los viandantes recojan nuestros restos. Si, por ejemplo, pedimos en un restaurante una merluza y un amable camarero nos trae un pescado que hiede, no le daremos un puñetazo al camarero, pero tampoco nos partiremos de risa. Agradeceremos las amabilidades y, con la misma amabilidad, le pediremos que retire la pescada y nos traiga algo comestible (por favor), y si el camarero se pone pesado y nos asegura que el animal todavía coleaba el día anterior, que es como decirte come y calla, retiraremos de inmediato todas las amabilidades y pondremos cara de estar cabreados, porque lo estamos. Sonreír al coche que nos atropella o comerse con alegría el pescado podrido es un atentado contra nuestro instinto de supervivencia que, se mire como se mire, es un instinto muy respetable. Hay ejemplos infinitos, pero convendría que recordáramos uno de nuestra historia más reciente: aquel "sonría, por favor" que se convirtió en pegatina de seiscientos allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo. Con aquellas sonrisas a cuestas permitimos que "nuestro" ministerio de información y turismo convirtiera la tortilla de patatas en tortilla española, las faves ofegades en habas a la catalana, y mucho más y mucho peor, muy sonrientes permitimos que aquellos "inventores" de platos regionales vendieran por cuatro perras las costas y los interiores y los convirtieran en retrete público. Jaja, qué risa. Si les hubiéramos arrancado a tiempo los dientes de reír con las tenazas de nuestra mala leche ancestral, otro gallo nos cantara. ¿Seríamos más ricos? No sabemos, pero al menos no tendríamos esta cara de pringaos. Pero no escarmentamos. Ya estamos otra vez con el disco rallado del optimismo. Yo no oigo otra cosa. Hay que estar alegres y acordarse de todos los remedios ocultadores de penas, desde el evangélico de poner la otra mejilla al proverbial "a mal tiempo buena cara". La sonrisa, la risa y el silencio. De la hienas. Pero a mí no me gusta la carroña, y cuando no me queda más remedio que comerla, me dan arcadas.

martes, 28 de septiembre de 2010

Elisa habla de las Benjumea

Las herederas de los Benjumea eran toas hijas. Ellas serían de mi edad y tenían novio. Venían aquí a la Puebla y salían con las Vargas. Algunas veces nos hemos juntado en misa con ellas, pero yo nunca dije, yo… y eso no se hablaba, que yo era la hija del maestro albañil, del maestro molino; ellas decían el maestro molino, pero buenoPero bueno que ellas venían aquí, iban a misa, traían vestidos más bonitos. Hubo una vez que empezaron a venir con unos vestidos de cuadritos…
Bueno, ella era amiga de Rosario Vargas y de Carmela, de Francisca no, ella era un poco mayor que Francisca y que yo. Bueno, pues la dos se echaron novio. Una se casó con un tal Torrontegui, y yo no sé si era futbolista del Sevilla. Y otra se casó con otro que era aviador. Juanita, se llamaba. Juanita era la del aviador. Ellas se iban al campo y el aviador venía aquí a verlas a ellas y aterrizaba allí en el campo y ellas se acercaban, y se formaba... Tú sabes, la gente. Y el aviador, hoy viene el aviador, y se acercaba mucha gente pa verlo. Y una vez vino el aviador sin avisar y no fue casi nadie, pero había un hombre allí trabajando, y el aviador el avión lo bajó tanto que se cargó al muchacho, a un muchacho que estaba trabajando allí, porque él aterrizaba donde le parecía: por tal terreno, por tal sitio. To esto es mío. Y era un trabajador de la casa, uno del campo, de tierras que tenían. Pero dio la casualidad que aquel día (porque siempre se sabía) no había gente. Cuando venía iba la gente, se montaba en los cerritos, pero aquel día no había na, ella no estaba tampoco esperándolo a él. Él vino a darle la sorpresa. El muchacho tenía ya tres o cuatro hijos y estaba trabajando en el campo. Quién se iba a imaginar… En el pueblo se habló mucho. Se investigó, pero ahí lo taparon to dándole a la familia un dinerito de porra frita. Porque lo que se tenía que haber hecho era haberle dao a esa familia, tú sabes, indemizao. Aquello fue en La Puebla mu gordo, porque él era un hombre mu bueno, vivían allí en el campo. Algo le darían: pa un entierro, pa… To mu triste. La gente aquí decía: debíamos de dar parte, de esto se debía dar parte, pero no se dio y tor el mundo se calló. Pero después él murió en un accidente de aviación, el aviador. Ya estaban casaos. Se casó con Juanita, Juanita se llamaba, Juanita Benjumea. Y ya ellos estaban casaos y tenían dos hijos o tres, me parece, y él venía de… no sé dónde, y ella estaba... Fue mu desagradable todo aquello. Eso me lo contaba a mí Francisca, que fue ella a esperarle y al aterrizar él se mató, se mató con el avión, hay que ver. Y la gente decía: dicen que no hay Dios y mira, mira. Pero lo otro se quedó.